Chilindrón – Olisvael Basso Rodríguez




El sonido del trastazo puso en sobre alerta al chofer. Algo había pasado, pero no
estaba seguro a lo que le había dado, por su mente pasaron varias dudas, un niño,
un anciano o quizás un perro. El charco de sangre anunciaba una muerte segura. El
carnero ni chistó, propio de su especie, había perdido la vida en total silencio. El
chofer sintió lástima pero estaba seguro que lo volvería a hacer, al percatarse de los
daños del carro. Ya el carnero había pasado a mejor vida, y lo mismo le pasaría al
dueño del animal si el chofer lo cogía. Con carnero en mano vociferaba, reclamando
la presencia del ganadero, me tiene que pagar el arreglo del carro, era sin dudas su
único reclamo. No habían pasado quince minutos cuando un hombre con botas y un
sombrero más grande que el diámetro del sol se acercó al chofer, y ¿para que usted
busca al dueño del carnero?, la respuesta era evidente, para que me pague el
arreglo del carro por tener un animal suelto en la carretera, y según los daños
¿Cuánto debía pagar el dueño del carnero?, la cifra era tan grande, que ni
vendiendo doscientos carneros el propietario del obsiso podía sufragar los daños del
carro. Si fuera yo, y si el dueño del animal no aparece, yo me lo llevo y me lo como
en un chilindrón, era lógico el consejo de aquel hombre. En efecto el chofer metió el
animal en el maletero mientras le subía la hemoglobina mental. El hombre con
botas, revisaba la cerca y aunque sabía que había perdido una de sus mejores
piezas, respiraba con alivio sobre una piedra, con ganas también de comerse un
chilindrón de carnero.

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2 thoughts on “Chilindrón – Olisvael Basso Rodríguez”

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