El tiempo muere con el tic, tac.
La mañana emerge cálida, radiante y efímera,
abrazando con torpeza los rayos de sol
que se precipitan sobre mi cansado corazón.
A la vez, el eco de la música del péndulo del perverso reloj,
oscila sin parar,
estallando contra el espejo de mi habitación.
El color púrpura de la lámpara que alumbra la estancia,
es tan artificial,
como el enigma de la vida que asoma a través de la ventana,
cuyo camino domina los sinsabores,
y los sueños frustrados, que las espinas del arcaico pasado,
silencioso destrozó.
El tiempo ronquea pesadamente y se evapora
entre los pensamientos en esta mañana aciaga.
En el alféizar de la ventana, frío como por la escarcha,
una paloma y una maceta, son todo mi público,
y yo…yo… un alma solitaria, sigo perdida
en el encierro de las tinieblas de mi habitación.
Y cada noche, la soledad, me arranca un nuevo lamento,
que oprime mi alma, llenando mi existencia de penumbra y dolor,
convirtiéndose en la sinfonía de una angustiosa canción.
Parece, una melodía que irrumpe los sueños
de una opresiva tristeza,
creando profundas grietas,
que el tiempo fragmentó.
Tal vez, solo tal vez, mi alma camine sin sombra,
por este mundo de penumbra que alumbra la luna,
donde los sueños vuelan en un incierto poema,
de recuerdos y pensamientos.
En estos momentos, ando angustiada y cansada,
pero me digo en lo más profundo de mi corazón;
no, ya no,
ya no volveré a continuar perdida,
ni dejaré, que el arcaico piano de la vida,
domine mi destino,
acariciando esta maldita música que no deja de sonar,
como un claustro de voces, que no para de susurrar.
Y agarro con ímpetu cada nuevo anochecer,
pasando las horas dentro de un extraño magnetismo,
forzándome, a seguir oyendo, cada nueva nota,
cada nuevo soneto; cada nuevo suspiro.
Y el reloj de la vida… Ese, reloj perverso,
sigue su curso inmortal e inevitable…
tic, tac, tic, tac…
Y yo, sigo adelante en un arrebato de valentía e ilusión,
diciéndome que la vida,
es tan solo un viaje sin retorno del que no puedes escapar.
Y entonces, le pido a la vida, que la paz en el mundo,
sea una realidad, porque la vida es hermosa,
y nunca hay que volver la mirada atrás,
aunque el reloj del destino te consuma y no lo puedas evitar,
cómo una alegoría de esperanza y felicidad.
Nuria de Espinosa