El Pacto de las Almas Perdidas
POR: Miguel Ángel Bolaños Vela, “Ángelus”
En un rincón olvidado del mundo, entre las sombras de un antiguo bosque, se
alzaba una mansión cubierta de enigmas y secretos. Sus muros de piedra
guardaban historias que sólo los árboles susurraban al viento y las estrellas
conocían en sus destellos. En esa casa habitaba una anciana sabia y misteriosa
conocida como Doña Alejandra, cuyos ojos eran portales hacia el más allá y cuya
presencia inspiraba temor y fascinación por igual.
Cuentan los lugareños que Doña Alejandra tenía el don de comunicarse con los
espíritus de los difuntos, y que su conexión con el mundo espiritual era tan
profunda como los abismos del universo. Se decía que aquellos que osaban
buscar su ayuda, encontraban respuestas más allá de lo terrenal, pero también se
arriesgaban a perderse en el laberinto de la eternidad.
Una noche de luna llena, un joven desesperado llamado Javier llegó a la mansión
de Doña Alejandra. Llevaba consigo el peso de la pérdida, pues su amada había
partido de este mundo de manera abrupta y misteriosa. Imploró a la anciana que
le ayudara a encontrar la verdad detrás de la muerte de su amada, dispuesto a
enfrentar cualquier peligro con tal de obtener respuestas.
Doña Alejandra, con sus ojos penetrantes, aceptó ayudar a Javier, pero le advirtió
que el camino hacia la verdad era oscuro y plagado de peligros. Juntos se
adentraron en el corazón del bosque, donde las sombras parecían cobrar vida
propia y los susurros del viento resonaban como lamentos de almas perdidas.
Guiados por la intuición de la anciana, atravesaron un antiguo cementerio donde
las lápidas susurraban nombres olvidados y los espectros danzaban en la bruma
nocturna. Finalmente, llegaron a una cripta oculta entre la maleza, donde yacía el
secreto que Javier tanto ansiaba descubrir.
Al abrir la cripta, una luz sobrenatural iluminó la estancia, revelando una escena
que desafiaba la comprensión humana. Allí, en un altar de piedra, yacía el cuerpo
de la amada de Javier, pero su espíritu no estaba solo. Una presencia oscura
acechaba entre las sombras, una entidad antigua y sedienta de alma que había
sellado un pacto con la joven a cambio de su vida terrenal.
Doña Alejandra, con su sabiduría ancestral, enfrentó a la entidad con palabras de
poder y símbolos arcanos, desafiando la oscuridad con la luz de su conocimiento.
En un enfrentamiento épico entre lo terrenal y lo espiritual, lograron liberar el alma
de la joven de las garras de la entidad maligna.
Sin embargo, la batalla había cobrado su precio. Doña Alejandra, exhausta por el
esfuerzo, sintió que su conexión con el mundo espiritual se desvanecía
lentamente. Con una sonrisa serena, se despidió de Javier, asegurándole que el
camino hacia la verdad estaba completo y que ahora era su deber proteger el
equilibrio entre los dos mundos.
Y así, en la oscuridad del bosque, con el eco de los susurros de los espíritus como
testigos, Javier regresó a su vida mortal, llevando consigo el conocimiento de que
la muerte no era el final, sino el comienzo de un nuevo viaje hacia lo desconocido.
Y en lo más profundo de su corazón, sabía que Doña Alejandra viviría por siempre
en la memoria de aquellos que buscaban respuestas en los rincones más oscuros
del universo.