EL DOLOR DE LA TORMENTA – TATIANA CAMARGO JIMENEZ 



Siempre tendré presente como con tú totumo te acercaste a mí a ofrecerme no solo
un sorbo de chirrincho que tanto nos gusta, si no, tú sonrisa, tus palabras y lo que
hasta ahora es una amistad, es una complicidad, no solo me brindaste amor si no que
me hiciste entender lo que es amar a alguien.
Desde la vereda el Pital en el municipio del Cauca en un país llamado Colombia, en
pleno Paro Nacional y en Minga Social por la vida, comunitaria y popular como
compañeras de vida y de lucha nos encontramos para hacer lo que nos gusta,
comunicar, y mientras la señal nos dio la posibilidad trasmitimos nuestras
programaciones matutinas hacia los territorios, mañanas de risas, de recochas, de
reflexiones, de escucharte preguntar “Si ya hay café”, y nos seguimos cruzando en lo
que se desenvolvió la minga y nos encontrábamos para tomar cafecito con arepa y
nos volvimos a encontrar sin saber que sería la última vez en Santander, frente a un
banco, y ese día te abracé tantas veces que vi tu rostro de fastidio y no me importó y
estuvimos hablando sobre el riesgo que corríamos, sobre el contexto violento al que
estábamos expuestas y el dolor que nos causaba lo que estaba pasando con nuestros
hermanos y hermanas en las ciudades y lo más contundente, me hablaste de cómo
te querías cuidar por tu hija. Y así te acompañé hasta la esquina de la emisora y nos
despedimos con ganas de volvernos a encontrar como era costumbre en nosotras, y
ese viernes me desperté acelerada, encendí mi celular y algo me preguntaron sobre
ti, llamé a tu número no contestaste supe que algo malo pasaba y así fue, te atacaron
junto a tu hija, junto a los compañeros con los que ibas en ese carro, la guerra y la
violencia a la que tanto intentamos transformar por los micrófonos se atrevió a tocarte,
se atrevió a arrebatarte de nuestro espacio, la guerra que siempre viste desde la
transformación insolentemente como es, actuó contra ti.
Y esa tarde el cielo se oscureció, granizó, llovió, tronó y el reflejo no dejaba de
anunciar por medio de lo que fue una tormenta que duró varias horas la lucha que
estabas dando por aferrarte a la vida, la rebeldía ante la insolente muerte que te
quería llevar, la resistencia por no dejar a tu hija Ayelén sin ti, y yo lo sentí, te sentí en
esa tormenta, sentí tu tristeza, sentí tu furia por no irte y cayeron lágrimas de mi rostro
porque sabía que el otro espacio te estaba llamando pero yo no era capaz de
aceptarlo y tuve fe, creí en que volveríamos a vernos en tu casa, con tus mascotas y

como siempre seguiríamos riéndonos de la vida y los problemas y la rabia y el dolor
la tragaríamos con unos cuantos sorbos de chirrincho, pero no fue así, y mientras
estábamos en la cocina del campamento escuché la frase que cambió mi vida, a lo
lejos, pedí que la repitiera, – “Beatriz no aguantó” y yo tampoco aguanté y mi corazón
se desplomó junto a ti y por ti, no quiero escribir los detalles de tu estado médico me
dan escalofríos, solo dejamos plasmado en esta lectura que igual si vivías no ibas a
vivir con dignidad.
Nos encontramos el martes 8 de junio, y estuvimos todos como a ti siempre te gustaba
vernos, reunidos en la Emisora comunitaria de Payumat, en donde trabajabas, había
música, comida, torta, celebrábamos el cumpleaños de un compañero de
comunicación y todo estuvo bien hasta que caímos en cuenta que en medio de la
muerte seguimos celebrando la vida y sentimos tu vacío, solo faltabas tú y Ayelén en
este gran encuentro y estuvimos esperando hasta la madrugada del miércoles 9 de
junio que llegarás, que llegara tu cuerpo para recibirte y despedirte de este espacio y
la guardia te hizo una calle de honor, nos encontramos aún más gente, tus vecinas,
tus amigos músicos, todos quienes te conocieron y a los cuales cambiaste su vida
con tal solo tu hermosa sonrisa, allí estábamos todos y todas quienes compartimos
contigo y junto a tu familia, tu padre, tu madre, tu hermana y tu yerno que vinieron
desde Medellín y sintieron lo que por años habías sentido de este territorio, el calor
Nasa de la gente, las vibraciones de la chirimía y hasta el mareo del chirrinchito que
tanto amamos y nos gusta, porque para mí “Sin chirro no hay moral”.
Amanecimos junto a ti en medio de la música, de los tragos, de las risas, de los llantos
y emprendimos viaje a tu tierra natal, fuimos rumbo a Medellín para devolverte a tu
familia, y en el camino solo te invocábamos, te brindábamos hasta que llegamos por
fin después de un largo recorrido a velarte nuevamente a estar lo que más pudiéramos
junto a ti, hasta que llegó el momento decisivo, el momento definitivo, te íbamos a
sembrar, y te sembramos cada uno de nosotros y de nosotras dimos las paladas de
tierra con las cuales te devolvimos a uma kiwe, cada palada fue dolorosa, nos
quebraba devolvernos sin ti a las tierras que nos juntaron pero también nos
devolvíamos contentos de acompañarte hasta el `último momento, sabemos que te
sentiremos y nos encontraremos contigo porque haces parte del otro espacio y
cumpliremos tu legado desde el compromiso y la responsabilidad que vos siempre
brindaste ante la vida, la denuncia y la transformación.

Soñé muchas cosas junto a tu lado, soñé la lucha, soñé la vida bonita sembrando
comida, soñé con tu hija de adolescente y como me daba a disposición de ser la tía
a la cual llegaría cuando ustedes discutieran, lo que nunca ni por un segundo pasó
por mi mente fue tener que sembrarte, soñé si con tocar la tierra junto a ti más no por
ti y me dolió y me duele el alma, se me quiebra la voz y la fuerza cuando mis manos
tuvieron que taparte bajo la tierra, pero sé que vos eres una semilla no solo como
legado de lucha y resistencia y como palabra digna desde el corazón si no también
como fuente de resistencia desde la fuerza del amor, tuvimos que sembrarte antes de
tiempo pero el tiempo que estuviste en este espacio nos enseñaste, me enseñaste
tantas cosas bonitas sobre la vida, la paciencia, sobre ser madre, amiga, confidente,
sobre la imperfección que nos acobija a todos y a todas, me enseñaste a transformar
la rabia y el dolor. Tu legado, tu voz, tu fuerza la seguiremos defendiendo y como
comunicadoras y comunicadores seguiremos luchando por la defensa de la vida y de
la verdad, cueste lo que cueste y ya nos costó tu vida.
Agradezco a la vida por habernos cruzado y en un momento fugaz nos juntara para
nunca olvidarnos, para enseñarnos, para compartirnos, para sentir lo bonito de la vida
a pesar de todos los problemas, las dificultades, porque en medio de la muerte fuimos
vida y seguirás proclamando la vida desde el otro espacio y espero siempre
encontrarte en mis sueños para que podamos reír nuevamente hasta el momento en
que mi partida me lleve hasta ti y poder infinitamente juntarnos.
Nos veremos siempre, nos veremos en los sueños, nos veremos en los colibrís que
rondan nuestros hogares, nos veremos en tu hija y ahora nuestra hija Ayelén, hasta
siempre.

PD: Te extraño, te pienso, te siento…

Atentamente:
Tu amiga, por siempre.

Escrito por:
Ivonne Tatiana Camargo Jiménez

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