Hecatombe
El cielo se revuelve y tiemblan las nubes bajo el estrépito de la tormenta; todos corren a su hogar, temen porque no es la primera vez que comienza de esta forma, solo observo calladamente y sonrío, ya he visto esto otras veces, millones. Una madre corre con su pequeño en brazos, la lluvia comienza y en breve es un chaparrón de almas perdidas que van rodando hasta la carretera, se desparraman inertes sobre el pavimento, la destrucción y la miseria acechan. La madre huye, no sabe a dónde va. Sonrío con ironía, a ella también la espero. Corre con su pequeño inmóvil en brazos. El frío ahora hiela la sangre. Todo está comenzando de nuevo.
Las centellas iluminan el cielo nocturno, todo llega y es este el momento que más temían. Un joven grita, desde la calle y por encima de los estruendos su alma gime agonizante junto a la de sus colegas, no puede hacer más. El llanto se esparce, la hora ha llegado. ¿Seré oportuna?, otra sonrisa escapa de mí… ¿Cuándo lo he sido? De pronto se divisa en el cielo una estela de humo cenizo, a lo lejos, algo arde, a lo lejos todo se destruye pero ahora ya nada importa y se va calmando la tormenta, y las centellas y truenos se deslizan lentamente por el cielo que comienza a palidecer, se retoma la calma, calma fatídica que anuncia el porvenir que les espera, en el momento que empiezo a ser obvia ¿Acaso no lo soy siempre? Entonces se debate el cielo, truenos, tormenta, ya nada importa, todo oscurece, ahora en calma ya solo resta hacer las maletas… las que no necesitarán. La madre se estremece… me ha visto en el rostro de su niño.
Tienen miedo porque no es la primera vez que comienza de esta forma, ya saben cómo me anuncio cuando sus insensateces me provocan, nadie los ha mandado a vivir en ese eterno combate… yo solo recojo lo que su enorme egoísmo y prepotencia arroja con desmesura a mis manos…