Descripción
Mi padre, que en gloria esté, decía de Olegario, mi hermano mayor, que tenía un punto oscuro alojado en el cerebro, una mancha raquítica e insignificante aunque indeleble, que le impedía la comunicación fuera del reducido entorno familiar. Mácula ésta que siendo por lo demás verídica, pues nadie que le conociera puso jamás en duda, tampoco le interrumpió vivir, aunque sí le cuarteó las posibilidades de enfrentarse a la vida. De todas formas, mi hermano fue siempre, hasta el mismo día que se murió de paperas malignas, un muchacho distraído, callado y discreto que, de cuando en cuando acertaba con la palabra justa o el razonamiento exacto dentro de una conversación a la que parecía no prestar la menor atención. Era, decía mi padre, como si la flecha hubiera acertado con el centro de la diana, habiéndose hecho el disparo real, sin arco.
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