Descripción
Quizá no convenga decirlo en voz alta. Nos queda suicidarnos para no morir lentamente mientras nos extirpan el tiempo, nos inducen el coma del consumo irreversible y si llega el caso, nos dan por el culo cuando nos atamos los cordones de esos zapatos tan chulos con velcro.Alrededor de tres mil ochocientas personas se suicidan cada año en España y esto no sale en noticias tres veces al día.Y luego, si no terminas muerto y te jubilas, te llevan a una residencia de la tercera edad como por ejemplo El cielo puede esperar, que por tan solo dos mil trescientos euros al mes te dan de comer con menos paciencia que un adolescente que está a punto de follar por primera vez, o te cambian el pañal incluso pasado el tiempo de prórroga.Y justo en medio, entre un extremo y otro, la vida te jode la vida. La muerte recoge a tu mujer y a tu hija sin hacer ni siquiera autostop, o a tu madre le roban un premio de catorce en las quinielas de hace tanto tiempo, que parece que ha pasado un siglo. Y sientes como si se despejara la niebla que oculta siempre la cumbre de una montaña, y entonces te ves colgando de una cornisa a ciento cincuenta metros de profundidad.Explicar todo esto al detalle supondría extenderme demasiado. Y ya sabes que solo hay una forma de encontrar la respuesta: tirarse al agua y comprobar si flotamos o nos hundimos.¿Te atreves?
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