Descripción
Cuando Lucifer, el bellísimo (del latín lux luz y fero llevar, es decir el portador de luz), fue precipitado a tierra, creó, por el impacto, un enorme hueco profundo que terminaba, estrecho, en el centro de la misma tierra y en donde el demonio quedó bloqueado, incrustado. Esta tradición acató Dante cuando escribió el Infierno de la Divina Comedia. Obviamente, en el punto de impacto, en la superficie de la tierra, el hueco era muy grande, terminando en el punto central muy estrecho. Fue de esta manera como la estructura ideada por Dante tuvo la forma de un embudo. Lo que Dante no nos cuenta es cómo la tierra cubrió (solo en superficie) ese hueco, pues, cuando se perdió en medio del andar de su vida, se encontró por una selva oscura que necesariamente debía estar sobre el terreno que cubría lo que en origen era un hueco inmenso. Luego, en compañía de su maestro y guía, Virgilio, encuentra la entrada al báratro y desde ese momento en adelante los dos inician el viaje en el Infierno. También en este caso Dante no nos precisa dónde se hallaba esta puerta al Infierno, pero debía estar cerca de Florencia, ciudad corrupta y desviada que, con razón, según Dante, debía encontrarse por encima del mismo Infierno. Una vez entrados en el Infierno, Dante y Virgilio llegan al borde del abismo y desde allí observan el panorama. Los bordes de este inmenso báratro rocoso en forma de embudo están marcados por círculos transitables, desde los cuales, a través de oportunos pasajes, es posible bajar, de uno en uno, a los círculos inferiores. Desde su punto de observación los dos viajeros notan multitudes de almas transitando. Cada vez que se pasa a un piso inferior los círculos tienen una circunferencia y una superficie menor. Las almas son, por tanto, siempre más estrechas. Hay nueve círculos (nueve, número mágico). En cada círculo se castiga un pecado específico. El séptimo y el octavo círculo están subdivididos en más anillos concéntricos. El séptimo en tres anillos (tres, número mágico); el octavo en diez anillos (diez, número mágico de los pitagóricos). El noveno, y último círculo, está dividido en cuatro zonas cuyos nombres recuerdan los nombre de cuatro famosos traidores de la historia: la Caína, la Antenora, la Tolomea y la Judeca.
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