Descripción
Si tratásemos de ejecutar una reseña leal a esta obra, en primer lugar deberíamos hacerlo en el diestro uso de un oficio que combine, en mayor o menor medida, el certero pulso de un relojero con la destreza práctica de un cirujano, con el único fin de desmembrar y desarticular cada uno de los elementos que conforman el título de la misma: Jardines del ánima.En un coloquio de metáforas, tópicos y sentimientos, el autor nos brinda su propio yo reconvertido en un páramo hospitalario, del cual un día emergió una vegetación sin par de cada una de las semillas plantadas en sus adolescentes retales de vida. Algunas, flores magníficas, confiadas y hermosas; otros, árboles inmateriales y de un valor incalculable o arbustos que recuerdan en el símil, tantas veces enunciado, de la cicatriz indolora en la carne el amargo tributo al desamor, la derrota o la pérdida; pero a lo sumo, partes irreemplazables de un proyecto, camino y persona.Oda a la verdad, al amor, al autodescubrimiento, a la luz, a la traición y al porvenir, cada verso derrama y palpita con el fluir irreductible de la vida. El papel no es más que el seno de un germen y su océano de brotes verdes dispuestos a colmar de semillas, ramajes y primavera a aquel que guste de devorarlos.Así, Jardines del ánima no es una pretensión a la originalidad o a la narración de una adolescencia de oveja negra en un mundo de rebaños, sino la confesión, el relato, la voz tan íntima del verso que por algún motivo brotó en la adolescencia de alguien que podrías haber sido tú mismo.
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