Descripción
En El estudiante de Salamanca, Espronceda construye un personaje, don Félix de Montemar, que, aunque tomado de la tradición popular y literaria sobre la figura del burlador de mujeres, se alza como uno de los mejores símbolos de la concepción romántica sobre la existencia humana. Desde la posición inicial de un donjuán bravucón y pendenciero, el narrador de esta historia nos lo presenta, tras la muerte de Elvira, empeñado en la fatal empresa por descubrir el misterio que encierra la figura cubierta por el blanco velo. De este modo, Espronceda dibuja con su personaje el símbolo del ser humano como una fábrica frágil de materia impura, cuya alma, sin embargo, lucha por desprenderse de los límites que lo aprisionan. En este sentido, la obra es un raro ejemplo, por inhabitual, del Romanticismo profundo, extraño en las letras españolas, y que en esta obra convive con algo mucho más frecuente en los escritores y obras del periodo: la saturación expresiva en el estilo y la facilidad versificadora de su autor.
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