Descripción
«Si en la tradición sufí, bien conocida, la luz es la sombra de Dios, para nuestra poeta el mar, y su tácito clamor, es la esperanza azul de sal que sala los cantos del silencio. Ella lo sabe bien, nos confiesa, porque profesa de filóloga marina y su meta es la belleza que crece en el silencio, por eso ha podido beberse todo el saber del mar, de cuyo sabor es sabia, pues en su abrazo húmedo ha comprendido que vivir no es aprender, sino desasirse para poder anegarse, por fin, en el infinito y dulce naufragar de su silencio.Y ese silencio atronador, que es luz vislumbrada, lirio salvaje con pétalos de sol, tiene completamente enamorada a la autora de estos versos admirables, intensos, profundos, suaves y olorosos. Luz escondida y música callada revelándose en oleadas rítmicas, armoniosas, de sosiego y claror.Para ello, como filóloga marina laureada, va a sumergirse en todos los recovecos de su idioma, en todos sus matices, repliegues y secretos; buceará allí donde empiezan y acaban sus sílabas de agua, navegará hasta saber cuándo una ola me interroga o le aconseja retirarse, se sumergirá en la arena nutricia de su cátedra hasta que se le pegue el sabio patrimonio de los siglos que legaron sus aguas y poder tatuar así poemas de sal, los de este libro, con voz de espuma en la arena sedienta de tu pecho. Se trata de un viaje, del viaje, del regreso definitivo: a Ítaca no se va, se vuelve. Y es un camino, como todo peregrinar verdadero y hondo, en soledad, que no deja huella, apenas estelas, en el que hay que aprender a conjurar el canto de sirenas, sortear el miedo irracional al terrible gigante mundo Polifemo, vencer la tentación de quedarse, de olvidar el regreso, para llegar, descalza de miradas, hasta el jardín que preside la Isla, donde se encienden las sombras».Ángel García Galiano (fragmento del prólogo)
Valoraciones
No hay valoraciones aún.