Descripción
Graciela nos dona casi a la letra, el texto de esas cicatrices como aquello que no se aguanta y se da a ver en el tejido social como algo común, un ataque de pánico, taquicardia, angustia imponiéndose la reflexión ¿quién es el monstruo? ¿Dónde está? ¿Adentro o afuera?Lo que no se aguanta: frustraciones de los padres que irrumpen en una tensión constante de presente eterno, malas miradas, injurias y reproches que hicieron y hacen que esa mujer-niña se asuma como germen de la ira de los dioses y soporte su castigo como condición para hacerse amar. Paradojas del destino trágico que sólo sellan, marcan a fuego cicatrices del mal amor.Renacer desde las heridas, marcas en el cuerpo que no se borrarán, sólo recuerdan, anuncian aquello que estuvo de más, aquello que no debió haber sido y prometen a sí mismo que ese dolor encarnado ya no sangra por la herida, permite una lectura de esas huellas y un trabajo de duelos, de profundos cambios emocionales que dan cuenta del coraje que se necesita para transitar ese pasado olvidado: mirarse en el espejo y hacerse mirar amorosamente implica darse el tiempo para ubicar las cicatrices, vestirlas, investirlas con nuevos mantos sutiles y no vivir bajo su sombra.Fragmento del prólogoMaría Marta Depalma
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