Morir de pie – Carmen Macedo



Carmen Macedo Odilón

Lunes. Ante la amenaza de guerra, Villeutic divide a su ejército en tres sectores.

—Quién diría que un día nosotros pasaríamos del juego al acto —dice Hans, el valiente, a sus amigos con los que ha crecido desde hace diecisiete años.

Lile lo observa con adoración, por un momento desea que en vez de la batalla sea la vida en pareja la que los llama a terminar con su juventud.

—Yo iré a la vanguardia —responde Karl— quien pretende ignorar el ferviente amor que de a poco le ha arrebatado a sus amigos— por una vez en la vida quiero saber qué se siente ser el favorito del mundo. Y cuando todo esto acabe, vendrá la boda con la que has soñado por años —dice a Lile, ésta desvía la mirada, pero el rubor en sus mejillas es tan grande que desafía la magnificencia del atardecer.

—¿No le temen a la muerte, caballeros? —menciona Lile— yo comandaré la retaguardia. Se dice que haremos una triangulación para sitiar Linox y evitar así un derramamiento inútil de sangre.

Los tres amigos toman sus cascos, pese a su optimismo, se contemplan en silencio para memorizar hasta el último rasgo del otro.

—Lile, cuando termine la guerra, yo… —Hans se muerde el labio, la chica sonríe adivinando su propuesta.

—Claro que sí —responde, monta su caballo y galopa hacia el punto de reunión.

—¿Te preocupa liderar la fuerza señuelo, Hans?, es probable que Linox no se trague la emboscada.

—Yo no le temo a nada, Karl.

Martes. El informe de la vanguardia es claro. Linox descubrió la estrategia y los duplica en hombres, Karl se promete ver a Lile en el altar, incluso si no es con él, como en el momento en que aceptó que su amor no era correspondido.

Miércoles

Lile ha sabido emprender la retirada en el momento más crítico, llora por cada caído y reza porque su reino perdure: hogar de niños y sueños, de juegos y amigos. La tierra donde quiere ser enterrada al lado de su familia. Aprieta el gesto cuando alguien cuestiona sus decisiones por ser casi una niña, pese a que heredara el talento de su padre, uno de los últimos grandes héroes. «¿Cómo está el frente?, ¿hirieron a Karl?, ¿Y el batallón de Hans?, ¿qué saben?»

Lunes. «Voy a protegerte, a todos. De pie como un valiente» se dice Hans.

Jueves. La retaguardia es sorprendida, también la vanguardia, «si alguien debe irse seré yo, no te robes mi deseo, Dios» murmura Karl, mientras cae al suelo, entre gritos y la estampida de cascos aterrados. Lile se arrastra, reúne las fuerzas que le quedan para desenvainar su espada, «Quiero volver a verlos, decirle que lo amo, que lo amaré siempre, que lo necesito».

Lunes. El campo tras el avance lidereado por Hans está en calma, los pájaros reciben a la compañía como reconocimiento a su valentía. El rostro del muchacho mira al cielo, como si Lile fuera el sol.

Viernes. El cuerpo de Karl es llevado sobre una manta. Delira, alguien comenta que deberían ayudarlo para que no sufra. Apenas si resopla los nombres de sus amigos.

Sábado. «¿Qué saben de los demás?, no me avergüenza decir que me rendí para salvar a los míos».

Domingo. «Lo logramos, despierta Lile». La chica abre los ojos tras escuchar su nombre. Trata de distinguir a su interlocutor, pero solo distingue entre sombras que alguien lleva el brazo vendado a su pecho. Tras oír un «ganamos» que le regresa el alma al cuerpo, estrecha a su compañero de vida.

—¿Y Hans, Karl?

—Su corte lo logró.

—Pero y ¿Hans?

Lunes. Hans preside la ofensiva sorpresa. Con el deseo de cuidar a quienes ama mira hacia arriba, de donde un centenar de flechas se clavan en su cuerpo que desciende de la vida hasta quedar hincado, de cara al cielo. El resto de la compañía avanza a tientas sin líder, dejando sus restos atrás en un campo vacío para ser descubierto al final de la guerra. Una semana después.

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