La habitación
Ya le he dicho a mamá que no me gusta mi nueva habitación. Además, esto no es habitación. Es demasiado pequeña para ser llamado habitación. Cuando estoy recostado no puedo levantar ni mis brazos ni mis piernas. Es incómodo, muchísimo; especialmente cuando las cucarachas me recorren el cuello y yo tengo que espantarlas frunciendo la boca para soplar. Ya me han dado buenos sustos esos bichos. Incluso, una vez me tiré tremendo cabezazo contra el techo dejándome un chichón de días.
Pero ya le he dicho a mamá que debemos fumigar esta cosa que tengo por habitación si va a insistir en que me quede allí. Pero ella me ignora. Sigue molesta aún. Creo que sigue molesta porque no deja que me quite el terno para dormir. Aunque yo también tengo la culpa por ponerme a jugar con los interruptores. Hice volar los focos por estar baje y que baje palancas. Era gracioso al principio. Después ya no porque nos quedamos a oscuras y comenzó a oler chamuscado. Mamá decía, antes de que me dejara de hablar, que debo hacerme cargo de las consecuencias. Pero esa vez, después de mi travesura, ya no dijo nada. Simplemente calló.
Supongo que por eso también me cambió de habitación. Aunque ya llevamos mucho tiempo de castigo y me sigue pareciendo incomodo tener que dormir vestido de esta manera tan rara, escuchando las pisadas sobre el techo de alguien que arrastra los pies y escucha una borrosa emisora de canciones antiguas. Se me llenan los bolsillos de tierra, ya le he dicho. Pero ella sigue ignorándome, ignorándome, mirando una foto mía como si yo no estuviese ahí con ella.
Pero, ya sé que todo cambiará. Dentro de poco, lo sé. Porque mamá llora. Sí, llora por mí, apretando esa misma foto contra su pecho llora y dice que soy su chiquito y que me amará por siempre y que me llevará en su corazón lo que le quede por vivir. Entonces seré feliz, nos volveremos a abrazar, le pediré disculpas por mis travesuras y volveré a mi habitación con mi colchón suavecito y mis juguetes divertidos y mis pijamas frescas y mi camión de bomberos con casetes de arrullo que mamá se sabe de memoria y suele cantar diciendo que le dará a su amor cerezas sin la piel, pescados sin espinas, un anillo sin final, un hijo sin dolor.
Ventanilla 24 de agosto