Descripción
En el prefacio a la segunda edición de El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde se sintió en la obligación de realizar una especie de petición de derechos. Por si las moscas, enfatizó la doble condición del arte, a la vez superficie y símbolo, y agregó, que internarse en una u otra faz de esa doble condición iba por cuenta del lector. Pero, la doble hélice del texto a sopesar palpita, incluso titila hasta dónde llega la anécdota, hasta dónde la connotación y nos atrae con la eficiencia del pecado.Entonces, pequemosLa escritura de Federico Nogara tiene estilo con linaje reconocible, sutileza sin hermetismo, mucho humor ácido y una segunda intención aviesa porque, como pegada con saliva, va cierta abrumadora inquietud sobre el destino humano y su trágica situación, perpetua, informe, establecida, inmemorial. Avalan este enunciado Juan Carlos Onetti y Ernest Hemingway, omnipresentes ambos, ambos maestros.Los personajes son muy buenos: una verdadera revelación Willy y Pepo y el viejo de Santucci, que funge de conciencia moral. Hay hasta un juego admonitorio con Vértigo, la película de Alfred Hitchcock, con esas dobles mujeres que personificaba Kim Novak y que le gustaron mucho a este modesto pecador asomado al carácter de opuestos del arte, señalado al inicio por el gran Oscar.Que el lector peque también. Es mi consejo.
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