Descripción
Existe un aguijón invisible en cuya virtud todos podemos convertirnos en el asesino que nunca mató a nadie. Lo sois cuando os parapetáis tras un velo de obediencia para excusar la atrocidad que apenas os concierne. Lo somos cuando aplaudimos la violencia que otros ejercen en nuestro nombre. Lo soy cuando la estética que acato me impone la suerte de sus máscaras. Pensamos, en un rapto de ingenuidad digno de encomio, que nuestra democracia, nuestras queridas libertades y aun nuestro amado estado de bienestar, vinieron para quedarse definitivamente, fruto de la herencia de nuestros padres. También podríamos dilapidar la herencia, como en la historia del hijo pródigo, o dejar que se pudra bajo tierra, como en la parábola de los talentos. Pero no será el sueño de Bacon la clave que nos dé al fin ni el poder ni la gloria, ni la llave que nos abra algún día las puertas del reino, sino el amor, como cantó Dante, esa fuerza que mueve el sol y las estrellas.Caminante, ambos cruzaremos a no tardar el río del olvido en cuyas aguas los muertos pierden el recuerdo de su vida y los vivos la memoria de su muerte. Mas no desesperes, amigo mío. Aunque tus actos nunca recen en letras de molde, la huella de tus sandalias forjará las revueltas del camino. No te sientas solo en medio de la inmensidad. Quizá ese abismo te contemple de un modo que apenas imaginas. Sin su atenta y benévola mirada acaso te desvanecieras en la nada como nube que disipa el viento. Tal vez no seas un grito que clama en el desierto ni un relámpago en mitad de la tormenta ni un destello perdido en la noche. Puede que esa muerte que tanto temes ni siquiera exista. ¿Por qué el aplauso y el botín de la victoria cuando puedes ser la ola sin nombre que sepulte al ejército del faraón? Entretanto, mantente en guardia. Porque ninguna manzana te convertirá en dios y los viejos demonios nunca duermen.
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