Descripción
Eva Arguía ha desaparecido. La estoy viendo, con su melenita parisina, el cuello esbelto y la nuca despejada, con esa mirada suya luminosa y la media sonrisa con la que te saludaba. La veo, sentada en el taller de escritura, cuando le tocaba leer su relato. Como una alumna aplicada, sacaba sus folios de la mochila, los ponía encima de la mesa, leía el título y, antes de continuar, levantaba los ojos y paseaba su mirada alrededor, entre quienes esperábamos atentos, como diciendo «vais a ver».Eva sigue siendo un misterio para mí. En sus relatos, funde paisajes, inventa recuerdos, asevera fábulas, se ríe de sus sombras… y, sin embargo, se diría que ella está detrás de cada frase, ocultándose con una sonrisa. «Es como cuando jugaba de pequeña a pilla-pilla», me confesó un día. Cuando parece que se cuenta, en realidad se esconde. Y cuando crees que la has pillado y que al fin la tienes, dice «casa» y libra: «por mí y por todos mis compañeros».
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