Descripción
“Podemos imaginar a aquellos adolescentes que en vez de desfogar los impulsos de la edad ya apuntaban maneras de lo que iban a ser en un futuro. Mientras unos no habían soltado del todo la niñez ellos sabían perfectamente que la dirección que tenía la proa de sus vidas era la correcta, que sólo era cuestión de tiempo y de perseverar, sin miedo a los mares más difíciles. Ginés Liébana y Pablo García Baena eran entonces César Liébana y Rafael García Baena. Les faltaba decidir la marca que identificara en un futuro sus respectivas obras y lo lograron, como una creación suya más, hasta el punto de que sus nuevos nombres propios cobraron el mismo peso que sus apellidos. Se habían conocido años atrás en el Instituto y compartían pasiones comunes, porque ambos dibujaban y ambos escribían, a la vez que exprimían todo libro que caía en sus manos. Aquella Córdoba de finales de los años 30 tenía aún visibles las heridas de la guerra civil recién acabada. Los reveses de la vida fortalecieron el ánimo de quienes encontraron en las lecturas y en la expresión artística no sólo una vía de expansión sino también el modo de consolidar los cimientos de unas carreras en las que serían reconocidos más allá de las fronteras locales.” (Jesúa Cabrera)
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